Moral posible en la sociedad actual




Al ingresar en el mundo de la moral, no se puede dejar de pensar en todos los preceptos enseñados por generaciones desde una óptica religiosa, predominantemente rigorista y que enfila sus mayores contribuciones a los castigos y consecuencias, que al comportamiento rutinario y deber ético de convivencia humana.


Tanto tiempo de rigores morales y cierta postura agnóstica de la sociedad moderna, nos ha llevado a la orilla contraria de libertad abusiva y el precepto existencialista sin medir límites o reflexiones.


“El fin justifica los medios” gritan las nuevas generaciones y ¿cuántos de nosotros no hemos caído tentados en la satisfacción de nuestra propia codicia?


Constantemente, en el país, podemos observar el surgimiento de leyes y reglamentos acerca del proceder humano conforme normas de ética, pues el temor directo e inmediato a la corrupción intimida y obliga a tomar acciones en este campo. Aunque muchos de quienes legislan son enfermos endémicos de la corrupción que públicamente castigan y de manera privada practican.


Las consecuencias de nuestras incorrecciones morales se encuentran en todos los medios y espacios de convivencia social, desde las noticias que informan sobre actos de corrupción en el orden político, hasta aquel acontecimiento contra la ética que tiene vinculación con el mundo económico, el acontecer social y, sin lugar a dudas, el mismo deporte.


Cuando se habla de conducta en el marco de la ética, identificada dentro del ámbito jurídico, resulta no solo exigencia de aquellos profesionales en derecho que se conducen dentro de la administración pública sino, también y en forma racional, a los profesionales que ejercen liberalmente el derecho y a los profesionales de todas las áreas del conocimiento que prestan su servicio a la sociedad. Como se podrá notar, el efecto es universal y ningún campo del acontecer humano se encuentra exento de la exigencia de un proceder ético y alejado de la corrupción.


Resulta innegable la corrosiva y vertiginosa corrupción que se ha generado, desde el siglo pasado y hasta nuestros días, en todas las profesiones, tanto en el quehacer público como en lo privado, de la cual no se ha librado nadie. Ello nos conduce a replantear los esquemas iniciales, a revitalizar la educación básica y, en forma inmediata, darle verdadera eficacia a las normas que rigen nuestra patria.



Recordemos que la moral es “un conjunto de principios, preceptos, mandatos, prohibiciones, permisos, patrones de conducta, valores e ideales de vida buena que en su conjunto conforman un sistema más o menos coherente, propio de un colectivo concreto en una determinada época histórica … la moral es un sistema de contenidos que refleja una determinada forma de vida”. Se puede definir la moral como el conjunto de convicciones y pautas de conducta que guían los actos de una persona concreta a la largo de su vida.



Retornando al origen, la moral no es una normativa impuesta, son un conjunto de principios que surgen en las convicciones personales, en aquellos valores sumados a las experiencias formativas desde la familia que nos permiten sustentar nuestra actuación en cualquier actividad humana. La cultura de la legalidad no puede quedarse en el dialogo social, en el texto legal o en los comentarios de líderes políticos cuya moral es objeto de sustentados cuestionamientos, la moral es el fruto de la vida misma y en la medida que todos caminemos ese sendero, podremos construir un mejor país.


En época electoral, la invitación es a revisar convicciones más que los plegables de papel… ausentes de sentimientos y verdad. La experiencia nos muestra quien es quien.

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