LA EUFORIA ELECTORAL Y LA CRUDA REALIDAD.


Como es normal, cada cuatro años aparecen los candidatos que enarbolan supuestas ideas, causando una euforia popular en torno a los partidos políticos, con el único fin según ellos, de solucionar los problemas de las regiones, que afectan a las mayorías cuyo único tesoro es su fe y prolífica inocencia.

Lejos de esta discusión, me he puesto a pensar que no conozco ningún proyecto político de los actuales candidatos y debo reconocer con tristeza que da lo mismo, porque cada cuatro años lo único inexistente en las campañas políticas son las propuestas, planes y programas que se pretenden implementar para solucionar los problemas de la gente, cabe recordar, que dichos problemas existen y preexisten a la actualidad, sin que ningún representante de la clase política que hoy pretende elegirse o reelegirse la hayan atendido seriamente para ser solucionada.

¿Planes, propuestas o proyectos populares? De ninguna forma, lo que si podemos escuchar son promesas, agravios, escándalos y denuncias por todas partes, aclarando por supuesto, que dichas denuncias no causarán efectos jurídicos o políticos, son solo sofismas para agitar el ambiente entre los incautos que cada temporada vuelven a caer en las mismas promesas que vemos diluirse una vez el candidato se convierte en gobernante.

En medio de un grupo de candidatos cuya renovación política solo existe en la mente de los caciques políticos que los apadrinan y en la utópica imaginación de los que votamos, se produce un agite de la euforia colectiva que es hasta folclórica: camisetas, afiches, sombrillas y chalecos entre tantos otros suvenires… bandas, parrandones, tamales y festines, todo por anestesiar la conciencia ciudadana y acercar a los candidatos, otrora desconocidos para el distante campesino.

Poco a poco la euforia crecerá, los candidatos hablan de todo menos de propuestas reales para las comunidades; nuestros dirigentes son meros administradores de transferencias, pero no han hecho nada novedoso cuando tuvieron su oportunidad; pero ahora si lo harán… si de nuevo damos el voto de confianza… ahora sí, hace cuatro años no…

Con la certeza de votar por alguien con el significado de que da lo mismo hacerlo por cualquiera, ya que al final dará lo mismo, contemplamos la alegría popular en torno a unos personajes que esclavos de un sistema que poco o nada deja para quien más lo necesita aunque más los necesiten.



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