Tierra fértil… ¿para qué?



Un hombre tenía un campo sembrado de trigo. Una noche vino un enemigo y sembró cizaña en su campo. La cizaña es una hierba venenosa y de gran crecimiento, para un cultivo de trigo es muy dañina ya que cuando crece se parece al trigo pero no da fruto, mientras le roba los nutrientes a la tierra para producir su veneno. Solo es posible separarla del trigo luego de la siega.

El campo de la historia humana es una mezcla de buena y mala semilla, de bien y de mal. Los dos están mezclados en el mundo y en la sociedad; los dos están sembrados en lo más profundo de nuestro corazón. Tenemos posibilidades de hacer el bien, pero tenemos potencialidad de hacer el mal. La lucha entre el grano de trigo y la cizaña están dentro de nosotros.

En la parábola el dueño del campo de trigo, decide esperar hasta la siega para separar el fruto del veneno; como en el relato, Dios “deja hacer”, no se apresura a utilizar la hoz para cortar la cizaña y nos indica que hay que ser pacientes y que no debemos convertirnos precipitadamente en jueces, en última instancia el juicio corresponde a Dios.

Incorporando la reflexión espiritual a la realidad social, podemos pensar por un minuto en las actividades humanas de la rutina. Partiendo de la meditación del Evangelio (Mt 13, 24-43) es prudente aceptar nuestra debilidad como seres humanos y comprender que nuestros errores hacen daño a nuestros hermanos, muchas veces somos cizaña para la vida de quienes nos rodean y brindan su aprecio, también somos cizaña incluso para las personas que no conocemos cuando evitamos nuestra responsabilidad frente a los desafíos presentados por nuestra cambiante sociedad.

Los seres humanos somos un campo inmenso de tierra, donde se hayan depositadas  dos tipos de semillas, dos gérmenes que pueden llegar a contaminar el mundo o a purificarlo. ¿Cuántas veces nos dejamos llevar por el mal? y pocas veces optamos por dejar crecer el bien dentro de nosotros.

Vivimos tiempos difíciles, la miseria material y la creciente miseria espiritual nos ha hecho terrenos propicios para que la cizaña continúe su crecimiento en medio de la sociedad. Hoy más que nunca necesitamos que el bien que reside en nuestro interior brille y llegue a contagiar a todos para que podamos construir sociedades más justas, criterios equitativos de administración del estado y derrotemos la creciente corrupción.

No crean que ésta nota surge del bien que crece en mi corazón, todo lo contrario, luego de experimentar los daños que he podido causar en personas que me dieron su apoyo y continua compañía, he podido comprender el pasaje del Evangelio sobre la cizaña; tal vez no queremos hacer el mal, pero es el egoísmo quien hace germinar dentro de nosotros el dañino germen de la cizaña.

Más allá de toda reflexión sobre la cizaña, también es importante meditar sobre el trigo que llevamos en nosotros y que puede calmar la necesidad de nuestros hermanos, somos trigo maduro cuando entendemos que vivimos en medio de una comunidad global, donde todos estamos necesitados y otros necesitan de nosotros.


La crisis económica de la que hoy se habla no es nueva para aquellos que deben sobrevivir con las migajas de una opulenta sociedad, donde se acaba la pobreza manipulando la estadística. Hemos sido a lo largo de la historia de la humanidad la cizaña que somete a nuestro mundo al pecado y al sufrimiento de los más débiles, pero hoy, la sociedad espera de nosotros que seamos el trigo maduro del cual se alimentarán las generaciones futuras.

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