VIRTUDES Y VALORES PARA VIVIR MEJOR




Los actuales modelos de educación nos vienen proponiendo una integralidad cíclica en la interacción plena, partiendo del ser, para llegar al saber y así para saber hacer, saber actuar y saber inferir. Estos modelos educativos se basan en la formación ética, se habla continuamente de los valores, desde hace mucho tiempo venimos inculcando valores, valores, valores y valores... en nuestras familias e instituciones educativas y lamentablemente el cambio de modelo formativo aún no se refleja radicalmente en la sociedad.



Con base en lo anterior la inquietud se presenta inmediatamente, ¿cómo se hace? o mejor ¿en qué estamos fallando?




El foco de esta breve reflexión parte de la filosofía que indica que la causa y el efecto son directamente un complemento el uno para el otro y el uno sin el otro pierden razón de ser; en este orden de ideas cuando uno habla de valores debe hablar de las virtudes, ya que ellas en si mismas constituyen la herramienta para la asimilación y el sostenimiento de los valores que "tanto" inculcamos en las nuevas generaciones y que luego casi ni se notan en la cotidianidad de las comunidades.




O sea que venimos dando el pez pero no enseñamos a pescarlo, expresado coloquialmente; hoy día hemos teologizado las virtudes o mejor dicho se dejaron únicamente en el campo religioso y no las valoramos como un bien actual y humanístico fundamental para lograr cambios sustanciales en nuestro esquema social.




Las nuevas generaciones han venido creciendo bajo la influencia fuerte de medios que nos muestran como podemos perder peso sin hacer esfuerzo, como conseguir dinero sin trabajar demasiado, la manera de llegar al poder sin merecerlo y la forma de tener títulos universitarios sin estudiar. En otras palabras, nuestra sociedad busca resultados sin fijarse en el proceso; las virtudes, de alguna forma son los procesos de los valores, su aplicabilidad aún en medio de la contradicción del mismo valor.




Pero la situación es aun más profunda, ya que los educadores humanistas tendemos a olvidar la parte animal del ser humano, aunque nos duela aceptarlo somos esclavos de fuerzas que no podemos comprender; sin ninguna duda nuestra biología a veces se contrapone a nuestro propósito y voluntad, es decir a veces nos educan con algunos valores que nuestro estado social a revaluado y sumados a extremas situaciones prácticas, han hecho que de alguna manera se vean totalmente anacrónicos frente a la realidad vivencial.




Bien, planteado el problema, ¿cómo hallar la solución?. Definitivamente no podemos basar la formación humana integral en los valores dejando de lado la virtud como herramienta de su perfeccionamiento y por otra parte no es posible seguir formando personas para una sociedad que no existe, debemos ser conscientes que el hombre llevó al borde del abismo su actual esquema social, y que aunque no deseemos aceptarlo, los ámbitos viciados de la sociedad son más que los sanos, y la clave es en crear en estos últimos no solo la conciencia de actuar bien, sino también de establecer una lucha frontal para generar espacios de renovación de los sectores afectados por el mal de nuestro propio egoísmo.




En síntesis, cuando a uno le hablan de honestidad también deben inculcarle la fe y la esperanza para ser honesto, aunque sea más sencillo timar. En un lenguaje más moderno creer y ser optimista frente a un ambiente contrario; y claramente frente al caos social que afrontamos, la caridad como solidaridad frente a todo ese orden social invertido que nos aplasta y humilla cada vez más.




El educador no puede olvidar que está contribuyendo a la formación de jóvenes para una sociedad concreta que es muy complicada, en la que los valores y virtudes deben confrontar nuestra propia capacidad para actuar por instintos, deseos e intereses, los cuales basados por un orden natural se oponen a estos radicalmente.

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